Según los últimos estudios sociológicos, España ha rebasado el umbral de los dos millones de mayores de 65 años que viven solos, de los cuales más de 850.000, tienen más de 80 años…
Cuando se habla del término «soledad», es fácil a veces no distinguir lo verdaderamente importante de esta cuestión: La soledad sobrevenida o no escogida, y la falta de percepción sobre las graves consecuencias que esto puede suponer para la persona en esas circunstancias, especialmente en los colectivos vulnerables.
Dicha falta de compañía en la vejez (nada que ver con la soledad elegida de un joven por ejemplo que desea simplemente independizarse y aprender a valerse por si mismo), es impuesta muchas veces por las circunstancias externas: La partida de la pareja, una hospitalización, el ingreso en residencia debido al declive físico…
Esto viene unido en muchos casos a que los hijos, por ejemplo, ven imposible por sus circunstancias personales y/o quehaceres, poder sacar el tiempo de calidad, para acompañar cuidando a sus padres en esa étapa frágil de la vida.
Recordemos que ofrecer tiempo y atención (idealmente, a diario) a un ser querido en situación de vulnerabilidad, es fundamental para prevenir posibles consecuencias no deseadas, entre otras:
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Deterioro cognitivo por la falta de interacciónes sociales
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Sensación de vacío, angustia emocional y/o depresión
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Abandono propio físico, como la falta de higiene personal
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Hábitos poco saludables, como alimentación deficiente, poco o nulo ejercicio
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Dependencia de farmacología innecesaria (ansiolíticos, antidepresivos)…
Desde Alma recalcamos la importancia de hacer una toma de conciencia, anticipando dichos estados en las personas que más queremos, así como poner solución cuanto antes, si la situación lo requiere. Analizando la propia situación personal y de nuestros familiares, se puede disponer los medios adecuados para que nuestro ser querido (mayor o en situación vulnerable), pueda sentirse felizmente cuidado.
Para esto, en nuestros servicios como cuidadores profesionales, nos diferenciamos siempre, en pensar siempre en la persona como un «todo», maximizando en lo posible su bienestar integral (social, emocional, físico y mental). El ser querido se sentirá bien atendido, y nosotros totalmente tranquilos y con más tiempo para, a su vez, dedicarle todo nuestro cariño, pero sin desatender otras facetas necesarias.
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