Más allá del «oficio tradicional» de la medicina, existe una intervención terapéutica de efectos probados. El acompañamiento terapéutico, que además de grato para nuestro mayor, puede resultarle especialmente provechoso.
El acompañamiento terapéutico (AT), piensa y apuesta por las diferencias, con una actitud positiva que involucra al sujeto en el contexto social, lo cual va a suponerle el cuidado de uno de sus aspectos psicológicos esenciales.
Por tanto, tiene mucho que aportar, al trabajar con foco en la promoción de su salud social, afectiva e inclusiva, alejando su atención del declive o las limitaciones y poniéndola en devolverle la palabra, la capacidad de pensar y de sensación de pertenencia a un colectivo.
Desde Alma creemos que este el el momento idóneo para darle la relevancia e importancia debida.
En nuestro contexto histórico, algunas fuentes (1) señalan por ejemplo la situación de marginación en la vejez, que se vivía en años no demasiado lejanos. En la edad media, las incapacidad física y lo diferente, era señalado como un estado indeseable y no era socialmente aceptado, por lo que llegar a una edad «no productiva» en muchos de los casos era o podía resultar trágico.
Fueron necesarias muchas décadas para empezar a tener una visión distinta, y contemplar la idea de refugios o lugares de acogida. Después fueron surgiendo comunidades, donde los pacientes circulaban con libertad y realizaban actividades en forma de rehabilitación personal y social, y con ello apareció poco a poco la figura del acompañante necesario, y más oficialmente reconocido política y socialmente para dichas labores.
Hoy en día la práctica de estos profesionales, imprescindible y gratificante apoyo para el adulto mayor, tiene una demanda creciente, cuando los familiares, no profesionales de la salud en la mayoría de los casos, tienen que atender sus propios escenarios laborales, pero no quieren dejar a su ser querido sin dicho apoyo.
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(1) Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento
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